lunes, 11 de febrero de 2013

CONTRA LOS ROMANOS


Otra historia de uno mis chavales de la biblioteca.
Eres ungrande chavalote

CONTRA LOS ROMANOS
Un gran ejército romano se alzaba sobre la montaña. Soy Frangug y soy un orco soldado. Todos los días lucho contra cientos de romanos para proteger mi aldea. Mi aldea confía en mí y no puedo defraudarla.
Bueno a lo que íbamos, un gran ejercito romano se alzaba sobre la montaña Garchuger. Eran quinientos romanos, mi rutina diaria. Todos venían decididos a atacar la aldea, como siempre. Todo el ejército recorría la pradera en una formación ordenada con los escudos delante. Pero en cuanto vieron que me puse a correr con intención de cargar contra ellos toda la formación se desmoronó y todos echaron a correr con el mismo propósito que yo.
Estaba acostumbrado a ver cosas así, quinientos contra uno parecía una situación totalmente desnivelada, y lo era, pero en contra de ellos. Ya que un orco está preparado física y psicológicamente para hacer eso todos las días. Por eso las aldeas orcas son tan ricas, porque no tienen que pagar tantas monedas en cuanto a la parte militar o guerrera.
Cada vez a menos metros del rival sentía ese pequeño cosquilleo que sentía en todas las batallas y aquel que se hacía más grande en cuanto la distancia disminuía.
La batalla la gane de nuevo, pero lo que más me cuesta es llevar todas las ropas enemigas (costumbre que estoy perdiendo).
Al ver que llevaba la orcarretilla llena de ropa romana todos se alegraban y me decían:
-Felicidades Frangug. Eres el orgullo de la aldea
Después de recibir todas aquellas felicitaciones me fui a casa, colgué las ropas romanas en el armario y me puse a ver la tele. No hacía cinco minutos que me había sentado en el sofá cuando alguien toco la puerta. Yo abrí la puerta y vi a Grengar. Grengar es el mago de la aldea. Siempre me dice cuándo va a atacar el enemigo, por donde y que temporal habrá el día que ataquen. Por la cara que tenía parecía muy sorprendido.
-Pasa por favor.-le dije amablemente.
-No puedo adivinar cuando se realizará el siguiente ataque romano.
-¿Por qué? ¿Qué es lo que ocurre Grengar?
-La gran bola de la torre no funciona
-¿Y eso?
-Sospecho que es obra de los romanos.
-Ya, y yo. ¿Qué haremos de ahora en adelante para saber cuándo atacaran los romanos?
-Tendrás que hacer guardia en la pradera.
-Gracias por la información Grengar, hare guardia todos los días.
Cuando termine de pronunciar esa frase Grengar asintió y se fue, probablemente a intentar arreglar la gran bola. Cuando Grengar cerró la puerta no tenía ganas de levantarme del orcosillón pero había dado mi palabra.
Unos minutos después estaba sentado en la pradera. Los hierbajos de la pradera me hacían cosquillas y aunque me conseguía reír estaba de muy mal humor. Me distraía simplemente contando las gaviotas que pasaban por el cielo. Cuando no llevaba más de dos horas un extraño vendedor de brebajes pasó al lado. El me ofreció una poción me dijo que era contra el cansancio. Pensé que algún día podría usarla para una de mis guardias, por si me sentía cansado. Después de pensarlo unos segundos, decidido pague y el vendedor se marchó alegre. Por un momento me pareció que era un romano no preguntéis por qué. Cuando pasaron varias horas estaba agotado y me acordé de la poción que me entregó el vendedor de brebajes. Me la tomé de un trago y de esa hora en adelante no noté más cansancio, parece que la poción funcionaba como esperaba. Estuve en la pradera hasta las once de la noche y no aguante más, no creía que los romanos atacarían por la madrugada así que volví a casa y me eche en la cama.
A la mañana me despertó un gran alboroto, venía desde fuera, de repente me dio por mirar al reloj, era la una del mediodía. Me sorprendí cantidad, y rápidamente me levanté y abrí la puerta para ver si lo que pasaba era lo que yo me temía.
Así era, los romanos estaban atormentando a la aldea y esclavizando a jóvenes inocentes, por primera vez los ojos de un orco lloraban, precisamente los míos. Por mi cuerpo corría un enorme sentimiento de impotencia que cuando llego al cerebro reaccioné con gran fuerza contra los romanos pero aunque parezca mentira eran demasiados para mí y en cuestión de segundos consiguieron acorralarme y me llevaron ante Cesar. En el reino de los romanos me dejaron elegir, yo o mi pueblo. En estos casos la mayoría de los orcos elegirían que ellos sobreviviesen y que muriera su pueblo. Naturalmente es lo que yo pensaba decir pero cuando vi a orcos recién nacidos ante la puerta de la sala de torturas me dio un vuelco al corazón y cambie de opinión, nunca pensé que todo acabaría así, pero si el destino te dice algo, escúchale porque probablemente tenga razón.

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